La familia formada por Luisa, Esther y Guillem decidió hacer una pausa en su vida en Madrid y embarcarse en una aventura hacia el norte de España. Con ellos, por supuesto, no podía faltar Moly, su adorada perrita mestiza, quien ha sido parte de la familia desde que la adoptaron hace unos meses.
La historia de Moly no comenzó con la misma felicidad que ahora irradia. Originaria de Huete, un pequeño pueblo en Cuenca, fue utilizada junto a otros perros para cazar conejos. Con el tiempo, sus antiguos dueños ya no pudieron mantener a todos los animales y los dejaron en una protectora. Fue allí donde Luisa, Esther y Guillem la encontraron durante una visita para adoptar un perro. Moly, con su carácter simpático y su ternura desbordante, conquistó sus corazones de inmediato, y la familia no pudo resistirse a darle un hogar lleno de amor.
Sin embargo, la alegría de tener a Moly en casa vino acompañada de una noticia preocupante. Poco después de adoptarla, durante una visita al veterinario para sus vacunas, descubrieron que tenía leishmaniasis. Con dedicación, un tratamiento adecuado y mucho cariño, Moly mejoró notablemente y ahora disfruta de una vida plena y feliz con sus dueños.
En esta ocasión, todos decidieron pasar unos días en la Riguera de Ginio, un lugar ideal para disfrutar de la naturaleza y el aire fresco. Desde allí, comenzaron su recorrido por los rincones más encantadores de Cantabria, empezando por Bárcena Mayor. Este pueblo, situado en una pequeña vega junto al río Argoza, los recibió con su arquitectura tradicional montañesa. Las casonas con solanas sostenidas por ménsulas en “S” y los soportales de arquerías les trasladaron a otra época, haciendo que la visita fuera tanto un paseo histórico como una experiencia inmersiva en la cultura rural cántabra. Moly, siempre alerta y curiosa, disfrutaba explorando cada rincón y se mostraba encantada de acompañar a su familia en esta aventura.
Moly también disfrutó de un día en la Playa La Maza, el rincón perfecto para ella, ya que es la única playa en San Vicente de la Barquera que acepta perros de manera oficial. Este tranquilo paraje, situado en la ría bajo el emblemático Puente de la Maza, se convierte en un lugar ideal para disfrutar de un paseo relajado con tu mascota, especialmente cuando la marea está baja, dejando amplias zonas de arena donde correr y jugar.
La Playa La Maza, aunque pequeña con sus 150 metros de longitud y 25 de anchura, tiene un encanto especial gracias a su arena fina y dorada, y a sus aguas serenas sin oleaje. El suave desnivel hace que sea fácil y cómodo moverse por la playa, tanto para personas como para perros, lo que asegura un día de disfrute sin preocupaciones.
Con un bajo grado de ocupación, esta playa ofrece un entorno tranquilo y sin aglomeraciones. Aunque no cuenta con vigilancia ni servicios como duchas, dispone de una zona de parking cercana, lo que la hace accesible para todos. La ausencia de bandera azul no afecta al atractivo de este rincón, especialmente para quienes buscan un lugar apacible donde disfrutar con su perro.
Moly, feliz de poder correr libremente y explorar nuevos aromas, se lo pasó en grande mientras sus dueños se relajaban y disfrutaban del paisaje sereno de la ría. La combinación de la tranquilidad de las aguas y la libertad para las mascotas hace de la Playa La Maza un lugar especial para aquellos que buscan compartir momentos inolvidables con sus compañeros de cuatro patas.
La siguiente parada fue la Playa de La Riberuca en Suances, un lugar perfecto para que Moly pudiera correr libremente y jugar en la arena.
La Playa La Riberuca es un rincón tranquilo y aislado que ofrece una experiencia de playa sosegada en uno de los destinos costeros más turísticos de Cantabria. Con una longitud de 850 metros, esta playa destaca por su ambiente relajado y un bajo nivel de ocupación, lo que la convierte en un lugar perfecto para quienes buscan escapar del bullicio. A pesar de su ubicación urbana, La Riberuca conserva un encanto natural, con arena dorada y fina que invita a dar largos paseos.
Las aguas de esta playa son tranquilas, ideales para disfrutar de un baño apacible o fondear pequeñas embarcaciones. El acceso a la playa es suave y cómodo, tanto por el desnivel desde la entrada como por la pendiente hacia el agua, lo que facilita su uso a todo tipo de visitantes.
En cuanto a los servicios, La Riberuca está equipada con aparcamiento cercano y acceso adaptado para personas con movilidad reducida. Aunque no cuenta con un puesto de socorro, la seguridad está a cargo de la Policía Local. Además, dispone de duchas, papeleras y recogida de basuras, garantizando un entorno limpio y bien mantenido. También cuenta con una zona de picnic para disfrutar de comidas al aire libre con vistas al mar.
Es importante mencionar que, a pesar de su ambiente acogedor para familias y visitantes, el acceso a animales no está permitido, aunque se puede encontrar una zona específica para perros en una parte de la playa, lo que la convierte en un espacio inclusivo tanto para dueños como para sus mascotas. La Riberuca es, sin duda, un lugar perfecto para disfrutar de la tranquilidad del mar en un entorno natural bien cuidado y con las comodidades necesarias para un día de descanso y disfrute en la costa cántabra.
Otra de sus visitas fue La Playa de Santa Justa, también conocida como Playa de Ubiarco por su cercanía al pintoresco pueblo del mismo nombre, es un rincón mágico en la costa de Santillana del Mar. Este lugar combina belleza natural, historia y un interés geomorfológico único. Rodeada de acantilados, la playa ofrece un paisaje impresionante donde se mezclan la serenidad del mar y la majestuosidad de las formaciones rocosas.
Uno de los elementos más distintivos de la playa es la ermita de Santa Justa, enclavada en la misma roca del acantilado. Esta pequeña construcción es fascinante tanto por su simplicidad como por su ubicación: de las cuatro paredes que la forman, solo dos son obra humana, mientras que las otras dos son parte natural de la cueva en la que se encuentra. La ermita parece fundirse con la roca, lo que la convierte en un punto de gran interés tanto espiritual como arquitectónico.
La playa se encuentra bajo un espectacular pliegue anticlinal, una formación geológica que resalta por su enorme tamaño y su forma de cueva natural. Este anticlinal es uno de los mayores atractivos de la zona, tanto por su valor científico como por la singularidad del entorno. El paisaje es agreste y sobrecogedor, ofreciendo vistas únicas a los visitantes que se aventuran hasta este rincón.
En lo alto del acantilado, sobre la antigua ‘Mota Justa’, se pueden encontrar las ruinas de la torre de San Telmo. Aunque hoy en día solo quedan vestigios de esta construcción defensiva, su presencia añade un toque de misterio y profundidad histórica a la zona, recordando tiempos pasados en los que la costa era vigilada desde este punto estratégico.
La Playa de Santa Justa es, en definitiva, un lugar donde la naturaleza, la historia y la geología se encuentran, ofreciendo a los visitantes una experiencia única en la que cada rincón cuenta una historia diferente. Ya sea por su belleza escénica, su ermita singular o sus interesantes formaciones geológicas, esta playa es un destino imperdible para quienes buscan explorar la costa cántabra en toda su riqueza.
Otra parada imprescindible en su recorrido fue la localidad de Castro Urdiales, donde pasearon por su encantador puerto y las calles históricas que conservan la esencia marinera de la región. Este antiguo pueblo pesquero combina la belleza de su costa con un rico legado cultural, ofreciendo un paseo por sus estrechas callejuelas llenas de vida y tradición. La atmósfera costera, con sus barcas y el aroma a mar, sumerge a los visitantes en el auténtico encanto cántabro.
Por otro lado, un recorrido por la cercana localidad de Santoña revela la diversidad geográfica y el profundo valor histórico de la región. Santoña está dividida en dos zonas claramente diferenciadas: una llanura donde se asienta el casco urbano y una zona montañosa dominada por las laderas del Brusco y el Buciero. La punta del Brusco separa Santoña de Noja con una división natural que da paso a la impresionante playa de Berria, una extensión semi-salvaje y abierta que es ideal para los amantes de la naturaleza.
De regreso en la Riguera de Ginio, disfrutaron de la Campa de Ucieda, un espacio natural rodeado de frondosos bosques donde caminaron entre robles y castaños. Moly corría feliz entre las hojas, compartiendo momentos de pura alegría con su familia. En los apartamentos donde se alojaban, terminaron el día con una cena casera, recordando las anécdotas del viaje y disfrutando de la tranquilidad del lugar.
La estancia en la Riguera de Ginio, dónde se alojaron en nuestro Apartamento Araos, no solo les brindó unos días de descanso y diversión, sino que reforzó el vínculo que une a esta familia, incluyendo, por supuesto, a Moly, quien ahora forma parte de una historia llena de amor y segundas oportunidades. En cada destino visitado, la familia encontró no solo la belleza de Cantabria, sino la felicidad compartida con una perrita que, tras superar tantos obstáculos, ahora disfruta de la vida que siempre mereció.